Mareando la codorniz en el show del 20-G |
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17/11/2008 |
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La Casa Blanca es la Meca de la religión capitalista en estos días de suprema zozobra, en que el paradigma del negocio económico hace aguas y se hunde. A adorar la Kaabah del gran dinero y a buscar buena suerte han acudido presurosos, supersticiosos y acojonados nuestros representantes democráticos. El Club del 20-G ha iniciado la búsqueda de un Santo Grial que tenga el suficiente poder para evitar la hecatombe definitiva. Todos suspiran por encontrar una letanía milagrosa que aleje los demonios del atasco financiero. La inmundicia de la acaparación ha subido tanto de nivel que en el horizonte ha asomado el feo belfo del crash. La enloquecida danza de los números rojos de contabilidad puede degenerar en el colapso del sistema.
Los dirigentes de las partitocracias se han reunido con la solemnidad que requiere este momento de crisis general. En las fotos aparecen con la misma cara de circunstancias que suelen exhibir durante los funerales de corpore insepulto.
El muerto es el capitalismo. Es un cadáver lógico desde hace tiempo y hiede a distancia. Pero los líderes políticos, andan oficiando liturgias para resucitarlo cuantas veces sea necesario. Pero una vez fuera del sepulcro, Lázaro Neoliberal se aferra a la existencia anterior como una lapa a la roca conocida.
Los invitados al cónclave se reúnen con nuestro dinero y discuten como élites que son sobre nuestro futuro inmediato.
El objetivo es discutir un nuevo modelo de capitalismo, aunque sin cuestionar el existente. Según parece, el único posible.
Concientes de la atención del mundo, como consumados actores del espectáculo que son, en la Casa Blanca han tenido en cuenta las aciagas circunstancias. El anfitrión Bush ha sido austero con el menú, dicen las crónicas de los repetidores periodísticos. Codorniz de plato fuerte ¿congelada?
Los platos rotos los pagamos los de abajo y la reunión del 20-G se hace en nuestro nombre, pero bajo los auspicios de la banca. Los intereses de los señores accionistas son la cúpula que guarece todas las soluciones. Prevalecen como un divino techo sostenido sobre las vidas y la ruina de los contribuyentes y los miserables del planeta.
Después de marear la codorniz con el tenedor y deliberar un rato, el mensaje que vienen a transmitir los dirigentes urbi et orbi es el siguiente, más de lo mismo y de siempre: Confiad en nosotros y tened fe en la teología de las grandes finanzas. Los bancos son los templos de la sabiduría. Y si creéis lo suficiente, algún día volveréis a recibir créditos al consumo. Dios aprieta pero no ahoga.
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