El zorro cuida las gallinas |
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28/10/2008 |
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A una buena amiga le han detectado un severo cáncer de mama, ese azote que padecen demasiadas mujeres y que no cesa a pesar de los avances de la ciencia médica. Desconozco si este mal concreto existía en la antigüedad con tanta virulencia; pero lo que parece claro es que antes la gente se moría más joven y aparentemente lozana, como una pálida flor de invernadero minada por los bichos silenciosos.
Ahora duramos más, pero como un elástico que se estira tentando el límite de ruptura, se hace necesario pasar con cierta frecuencia por el taller hospitalario. Cuestión de someter el organismo a mantenimiento o recomposición. Puesta a punto del motor, rectificación de la carrocería. Mecánica, chapa y pintura. Así que la reparación de los achaques forma parte de las expectativas de vida. Aunque no siempre, también el azar interviene aquí como en otros ámbitos. Incluido el sorteo de la lotería primitiva.
Esta amiga mía ha emprendido el consiguiente via crucis de la medicina pública. Meses de demora, análisis, salas de espera en las consultas. Nada que no conozca el común de los mortales. Un servicio universal ha de estar necesariamente masificado por la demanda, aunque la manera de evitar el colapso se llama buena organización.
Finalmente llegó el día en que fue recibida por el especialista. Este le espeta el diagnóstico de la enfermedad, sin muchas más explicaciones ni envolturas de claridad y consuelo.
Algunos médicos tecnocráticos se mimetizan tanto con las paredes y las sofisticadas máquinas que les rodean que pasan a ser parte de los robots como una pieza más. Parámetros, baremos, estadísticas, gráficos. Confunden mantener cierta perspectiva emocional, con el fin de no ofuscarse y mantener la cabeza fría en una necesaria objetividad, con la comodidad de ser un deshumanizado trozo de hielo extraído del glaciar Perito Moreno.
En ese desapego no cuenta para nada la angustia del paciente. Sin embargo, ello no impide que en los manuales de la medicina moderna se reconozca el carácter psicosomático de muchas enfermedades.
Pero lo peor no es siquiera eso, sino la evidencia de que te has convertido en mercancía manipulable por la condescendencia indiferente o bien por el afán de lucro. A mi amiga le ha ocurrido que el cirujano que la debe operar del cáncer de mama le ha ofrecido determinados servicios extra a cara perro y con precio de factura.
Nunca lo he entendido muy bien, pero en el Sistema Público de Salud del estado español conviven dos gruesas maneras de ejercer la medicina. Médicos que tienen dedicación exclusiva y muchos otros que están en nómina de la medicina pública cobrando un apetitoso sueldo, al tiempo que mantienen una consulta privada. En este último caso, es frecuente que el diagnóstico se sirva de los medios públicos a su disposición, costosos aparatos y reactivos químicos pagados por los contribuyentes, mientras que la atención posterior del paciente se desvía muy frecuentemente hacia la consulta de pago. Con promesas de atención más humana y personalizada. Incluso untuosa, según los euros.
Mantener en pie este sistema de dualidad es como poner a un zorro a cuidar gallinas.
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