Exportaciones |
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04/09/2008 |
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Se acabó la diversión, es la hora del regreso a las hipotecas caseras y al fútbol de cada día. Suenan en las emisoras las tertulias del bla-bla-bla político. Estamos en la realidad digital. Mucha propaganda televisual y muy pocas nueces. Descendemos.
En la ruta del retorno desde Francia rueda una fila increíble de camiones que van y vienen como hormigas por el asfalto de la Route National 1. Un camión es un artefacto largo con muchas ruedas; sus 500 caballos de gasoil hacen gran ruido y arrastran una concha de caracol contenedora de cosas. La mayoría inútiles. Pero llevan consigo el albarán que es preámbulo de facturas y eso es lo que realmente importa. La mercancía es un pretexto para mover dinero. Que no decaiga.
Los contenedores son abiertos y controlados de vez en cuando por la Gendarmería. ¿Lechugas?¿Fresas?¿Tomates? Los aduaneros buscan semillas de picaresca española. También buscan inmigrantes clandestinos, preferentemente africanos.
La picaresca es una flor de lis que crece silvestre en la historia de España. Cambian los trajes y los modos de vivir y las modas, cambian las formas y las tecnologías pero su polen atraviesa los siglos. Las andanzas de "El Buscón" no caducan. Son de hoja perenne.
Más que flor, la picaresca es una yedra enraizada en un carácter poco dado a la perseverancia y huidor de la honestidad. Su savia consiste en quererlo todo a cambio de dar nada o lo menos posible. Querer medrar a costa de cualquier prójimo con malas artes. Rechazar la pobreza como la peste, aún siendo pobres de espíritu. Mirarse el ombligo por todo universo. Trastear el día a día del egoísmo como máxima y única perspectiva existencial. La zancadilla siempre deporte nacional. La envidia una religión.
Ese es el producto interior bruto que aportamos a la Europa del Capital. Adornado con unos tópicos colorísticos de cueva de Sacromonte algo caducos. Los taconeos no están muy bien vistos en los negocios desde que aparentamos una seriedad luterana. El aire grave y cabreado nos hace aburridos, pero quiere liberarse del complejo de inferioridad latino.
La exportación del modo de ser celtibérico ha resultado finalmente un contagio. La UE se españoliza. En este momento del siglo XXI, padece la misma pereza humanista que refleja Quevedo en “El Buscón” del Siglo de Oro. Europa decreta leyes y toma medidas policiales para expulsar de grado o por la fuerza a cualesquiera bárbaros que asedien sus fronteras. Los inmigrantes son los nuevos bárbaros de la antigua Roma imperial. Aquellos galopaban reclamando botín a sangre y fuego. Estos desembarcan sigilosos en las playas de la opulenta Europa pidiendo clemencia.
España, la del "Diálogo de Civilizaciones" y los simultáneos vuelos de repatriación, tiene mucho que enseñar en esta materia. Los Reyes Católicos fueron un emblema de su tiempo. Dejaron una impronta de tolerancia cuya estela ha llegado hasta ahora mismo. Isabel y Fernando fueron un ejemplo integrador de la diversidad cultural y del mestizaje multirracial. Empezaron por decretar las pragmáticas aplicables a los nómadas gitanos y continuaron con la expulsión de árabes y judíos, persiguiendo con suma eficacia a todo aquel que no acreditara sangre de cristiano viejo.
Más tarde la cosa pasó a tener que ser camisa vieja, pero ese es otro capítulo de la misma Historia.
Mientras los gendarmes registran el interior de los camiones en la frontera francesa, a la búsqueda de clandestinos y picarescas procedentes del sur, puede que su celo profesional llegue tarde para evitar la trapacería disolvente de valores conquistados en la Comuna de París. El Elíseo se ha convertido ya en un “reality show”, cuyos protagonistas son Nicholas Sarkozy y su Carla Bruni.
Es ésta (como en la Italia de Berlusconi) la fatigosa llegada del Macarrismo al poder. Un nuevo estilo de hacer la mediocridad neoliberal, sin disimulos ni cortapisas. “Sarko” es un sosias de Louis XVI y Carla Bruni la reencarnación de Marie Antoniette. Pero, al revés de como transcurrió la cosa en el pasado histórico ¿La izquierda dónde está? En los cafés, lamiendo sus impotencias y rumiando fragmentaciones. Como aquí.
Felizmente, si no hay oposición al Engranaje de los ricos, al menos venga a nosotros la lucidez de la palabra con risa. Al fin y al cabo la risa cuestiona la insoportable solemnidad del poder. Así, frente a la marea de grandes medios de comunicación de marear y adquiridos por ellos para desinformar, en el país de Paris existe todavía una Prensa seria, satírica y de investigación. “Le Canard Enchaîné” goza de plena salud después de más de 25 años de escalpelo del poder. En la actualidad edita un desternillante “Diario de Carla B.” que pone en solfa las pompas y veleidades palaciegas del exótico presente de miel presidencial.
Aquí no sería posible. El paranoico sentido del ridículo de los que mandan algo, utilizando a fondo el arcaico fielato judicial del honor, impiden la posibilidad del oxígeno de la risa pensante. En España, un sarcasmo escrito cuesta 127.000 euros y el consiguiente cierre de un periódico como “la Realidad”. Como todo el mundo sabe.
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