La voz roncadora del Vaticano |
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28/07/2008 |
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Lo malo que tenemos los mamíferos es que, vayamos donde vayamos y nos creamos lo que nos creamos, para comprendernos siempre hay que regresar a la charca del barro original.
Antes de las cremas hidratantes y demás cosméticas desorientadoras, fuimos criaturas viscosas y desnudas calentándose al sol. Esas invertebrados se fueron desprendiendo de pieles y escamas hasta llegar a ser lo que somos. Cosas de la evolución.
Aunque ya se sabe (porque lo repiten mucho desde los púlpitos) que la Iglesia no cree en la evolución. ¡No fuimos monos! Los cristianos prefieren confiar en la mano de obra de un Dios Creador de las especies animales y todo lo demás.
Incluso creó el pez sapo roncador.
Y el pez sapo roncador tiene un aspecto así
Este animal anfibio tiene gran importancia. Si no llega a ser por él, el ser humano se habría quedado mudo. La Humanidad se habría perdido las arias de Enrico Caruso, los cantos de Bobby McFerrin, el teatro de Shakespeare, las Catilinarias, los discursos de George Bush y las declaraciones a la prensa de los futbolistas.
Felizmente, gracias a la aportación del pez sapo roncador, eso no ha sido así.
Un equipo científico de la Universidad de Cornell (New York) ha descubierto y publicado en la revista “Science” que la voz humana tiene sus orígenes remotos en los sonidos del pez sapo. La Ciencia ha demostrado que hace 400 millones de años este espécimen ya se relacionaba con sus semejantes. Roncando.
Los peces batracios modulan sonidos para atraer a sus parejas o ahuyentar a los enemigos que pretenden beneficiárselas. Emiten un zumbido para llevar a las hembras al nido y un gruñido agudo para defender el territorio.
El ser humano también viene utilizando la voz para esos mismos menesteres. Lo llaman amor. Seducir calentando la oreja de la hembra hasta conseguir aparearse. O bien insultar y amenazar a los rivales marcando el territorio de conquista. A eso se le denomina odio o competición. Sin piedad.
Nada que deba extrañar ni causar congoja. El descubrimiento del origen de la voz, por parte de la Ciencia, deja claro que el circuito cerebral donde se controlan y vocalizan los sonidos es el mismo en los peces sapo, las ranas, los pájaros y en los primates.
Pero, según la doctrina de la Iglesia, el Verbo se hizo carne y habitó en el Vaticano hace tan sólo 2008 años. El ronquido del Vaticano es el Papa.
El Papa tiene este aspecto.
Y el Papa acaba de roncar con su voz en Sydney (Australia) que el consumismo insaciable de la feligresía humana esta arruinando el planeta creado por Dios.
Ese planeta se llama Tierra y dice el Papa, porque lo ha descubierto recién, que su cara la surcan grandes cicatrices, debidas a la codicia ilimitada de los terrícolas. En vez de orar y practicar el bien se dedican con fruición a destripar cualquier paisaje para extraer dinero con el que comprar cosas.
Eric Kandel es un príncipe de la Ciencia que se dedica a hurgar en el cerebro humano buscando la conciencia. Le concedieron el Nobel de Medicina por descubrir que las neuronas no pueden relacionarse entre ellas si no coordinan su información mediante sinapsis. O sea que, sin el roncar de la sinapsis, las neuronas serían una cosa lela e inoperante.
Kandel está feliz. Tras muchas décadas de trabajo afirma, con su voz y en una entrevista de Prensa, que ha llegado a comprender el funcionamiento de un 15% del cerebro humano. Y que hará falta más de un siglo para entender el porcentaje restante.
Para bien o para mal, los científicos están en ello.
El Papa es infalible por definición. Es el alfa y el omega de la sabiduría cristiana católica. Como mamífero vertebrado, al no ser espíritu puro, el Papa Benedicto XVI tiene un cerebro con neuronas repletas de información y coordinadas por las necesarias sinapsis.
Con esa información el Papa ha alzado su Voz urbi et orbi contra el consumismo insaciable que destruye el planeta. Ha dicho que las cicatrices que surcan la cara de nuestra Tierra, como la erosión, la deforestación y el expolio de los recursos minerales y de los océanos se deben este insaciable consumo (...).
Quien habla es la Voz del Verbo Divino hecho carne, pero además descendiente de su antepasado zoológico, el pez sapo roncador.
La Iglesia católica, apostólica, romana, ha imperado durante dos mil ocho años en este mundo gracias a una materia prima inagotable: el miedo. Y a otra materia prima abundante: la ambigüedad.
El miedo a desaparecer del mapa tiene como tramoya teatral la aparición del misterio y el milagro. Aderezados con un discurso críptico producen fe en ingentes cantidades. Como todo el mundo sabe, la fe es no creer en lo que vemos sino en lo que dice el Vaticano en la voz de los curas roncadores que están por todas partes.
No se sabe si el Papa pronunció su nadería medioambiental de Australia con el misterio de la infalibilidad. Tampoco si lo hizo utilizando ese 15% de cerebro conocido por la Ciencia o por el 85% todavía incógnito. Desde luego, no ofreció claves ni precisiones. No dijo si el consumismo insaciable se debe a los 850 millones de seres humanos que pasan hambre y aspiran a comer o a los ricos que son más ricos cada día. Es de mala educación y poco diplomático señalar con el dedo.
En cualquier caso, a estas alturas de la degradación del planeta, la voz de alarma no deber quedarse en la obviedad de la mera descripción del problema, sino que debe procurar un remedio para lo que se denuncia. Echando mano de su especialidad, mediante algún milagro sacado de los secretos sótanos del Vaticano.
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