REINOSA, ETC
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15/03/2017
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REINOSA
En 1987 la habitual calma de Reinosa sufrió una convulsión. con resultado trágico. De pronto, un destacamento de la Guardia Civil foráneo entró en el pueblo a saco, echando abajo los cristales de los escaparates a culatazos y sembrando pánico. Las tanquetas iban y venían frenéticamente, como si se hubiera declarado una inesperada guerra. Ese día falló la dulzura normal de la repostería campurriana. Las famosas pantortilllas de Reinosa salieron del horno quemadas y amargas. Algún Estado mayor miltar, por supuesto, había decidido actuar en las calles de Reinosa como supuesto táctico. En las calles y se había declarado un estado de excepción encubierto.
En efecto, lo de Reinosa fue un elegido"ensayo general" de la toma y posterior sometimiento de una población hipotéticamente conflictiva, por parte de las fuerzas del Orden. En este caso la Benemérita. Nose justificaba el alto grado de repreión porr tener a un directivo de la Nava wn las oficinas de lal empresa.

El supuesto táctico estaba diseñado con el ojo puesto en el conflictivo País Vasco. ETA estaba arreando violencia y el GAL respondiendo en el tétrico cuartel de Intxaurrondo, el general Galindo y contratando los consiguientes pistoleros mercenarios.
Lo mismo que Reinosa ocurrió en los famosos Sanfermines de Pamplona donde se desató el nudo de la tragedia. Los agentes del reǵimen Irrumpieron a saco en la plaza de toros y ya no hubo tregua en toda la noche las misma fuerzas de la patria azul. A Germán Rodríguez, militante de la Liga Comunista Revolucionaria(LCR), sencillamente lo esperaron los ultras en la oscuridad y aprovechando el tumulto, le descerrajaron dos tiros.

En Reinosa murió Gonzalo Ruíz y en Pamplona “fallecieron” a Germán. A Gonzalo le metieron un bote de humo antidisturbios en el minúsculo local cerrado donde se había guarecido de la extrema violencia callejera. En el manual de uso, bote tenía escrita una tóxica salvaguarda: “Warning, no usar en recintos cerrados”.

Pero los ánimos de los guardias estaban muy crispados, pálidos. Tascaban chicle anfetamínico. Desde un, helicóptero incesante se emitían las órdenes de arrasa el pueblo díscolo. En una tanqueta alguien había escrito, dedo sobre polvo, unas corporativas intenciones:"Ramiro, te vengamos".

El tal Ramiro fue uno los números que se vio acorralado, desarmado y zarandeado por un grupo de trabajadores, en una calle transversal del Parque de Cupido. Tamaña humillación no podía quedar impune.

Con posterioridad, el juicio a los guardias civiles que arrojaron el bote que mató Gonzalo, fue una farsa. El propio fiscal hacía las veces de abogado defensor del guardia Antonissen y sus compañeros. Las preguntas eran del siguiente tenor:
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-¿Verdad que Uds. en el cumplimiento de su deber y obedeciendo las órdenes, no tuvieron intención de matar a la víctima?

Eso lo tuvimos que oír, con el consiguiente estupor, los periodistas que cubrimos los sucesos de Reinosa. En consecuencia, esos guardias salieron por la puerta grande, sin más castigo que una amonestación por mal uso del material antidisturbios.

Ambos fueron víctimas de un Régimen fascista que se resistía con uñas y dientes a transformarse en disfraz lampedusiano, por imperativo de la UE y de la OTAN. Eran los "años de nplomo" de la Transicióny la reconvesrión metalúrgica. Los de los Principios Fundamentales del Movimiento se resistían a travestirse en democracia modelo Felipe-Aznar-Rajoy.

Es decir, lo que tenenos ahora. A los fachas les tira más la querencia del café-café del costumbrismo tradicionalista de casino. Transigen a la fuerza, aunque no les gustan las mareantes lances de la achicoria constitucional. A la hora de afanar, son más trabajosas que enarbolar simplemente el estandarte con el águila intimidatoria y el palio sacramental.

Hasta que llegó la “cólera del tricornio" con sus agresoras tanquetas, Reinosa había sido la población sumamente apacible. Por allí es donde rompe aguas sin sobresaltos ni interrupciones, el río Ebro.

Pero la apremiante necesidad del Estado de dar una lección de represalia a los agraviados obreros de la Naval, fue el detonante de una espiral de violencia inaudita, atroz e inolvidable. Al final de todo quedó un paisaje de luto por Gonzalo Ruiz. Unas calles alfombradas de cristales, impotencia y resentimiento.

Hace ahora 30 años de aquellas trágicas fechas. Así fue. Así lo vivimos.
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