Gran terremoto chino en el año de la rata nuclear |
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16/05/2008 |
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China. Aún siguen saliendo cadáveres, sepultados entre los escombros producidos por el terremoto cuyo epicentro se sitúa en la provincia de Sichuan. Entre tanta calamidad llegada del suelo, solamente la agencia France Press destaca en titulares una cuestión crucial. Al menos tres centros atómicos con reactores experimentales están situados en un área de 250 kilómetros alrededor del epicentro del terremoto. Una de las plantas se sitúa en la ciudad de Mianyang, dañada seriamente por el seísmo. Nada se ha dicho sobre si esas instalaciones se han visto afectadas y en qué medida.
Este asunto tiene una importancia mayúscula, sobre todo si se tiene en cuenta que estas ingenios nucleares se dedican a la producción de energía y armamento. O sea, bombas nucleares.
Esta alarmante información ha pasado como de puntillas, casi anulada por los efectos devastadores del terremoto, como el elevado número de víctimas inmediatas y demás consecuencias de la catástrofe natural.
¿Natural? Dada la opacidad del régimen, y sus contrastadas andanzas sin escrúpulos, cualquier cosa es posible y no buena. El gobierno chino lleva años efectuando en secreto pruebas nucleares subterráneas, con vistas a perfeccionar el poder destructivo de su arsenal militar. Estos ensayos, con bombas de una potencia muy superior a las que cayeron sobre las poblaciones japonesas de Hiroshima y Nagasaki, no pueden dejar indiferentes a las entrañas de la Tierra. Menos aún cuando esa zona de Asia alberga una placa tectónica muy proclive a los grandes seísmos.
El programa nuclear chino es un enigma del que Occidente no quiere ni preguntar nada, obnubilado como está vendiendo cosas en aquel gigantesco mercado, ávido de confort y ayuno de trabas morales. Ya se sabe el metafórico lema del pragmatismo es “gato negro o gato blanco da igual, el caso es que cace ratones”.
El presidente chino Hu Jintao ha visitado el paisaje de la catástrofe sísmica, pero ha callado la cuestión de las plantas nucleares.
China Popular es el sueño de todo tirano absolutista que en el mundo ha sido. Gobernada por un partido único de corte estalinista, ha abrazado con entusiasmo le economía ultraliberal. Mezclar el agua con el aceite no parece contradictorio para los burocráticos mandarines del politburó posmaoísta. El terror por un lado y el soma del consumo por otro, aplicados a grandes dosis ambos, hace dóciles a las masas productoras. Se aplastan sin disimulo las disidencias internas o tibetanas, se aplican penas de muerte arbitrarias, se amparan dictaduras militares corruptas como la de Myammar (Birmania), se controla la información incluso en Internet y al estilo Gran Hermano...
China es la pesadilla orwelliana anticipada en la ficción de “1984” y plasmada con gran aproximación en el 2008 de la era cristiana. Año de la rata según el calendario chino. Rata atómica, para mayor realidad de realidades.
Terremotos incluidos o consecuencia de la estrategia de la dominación militar, el camino chino hacia el poder absoluto y su irradiación por doquier se parece cada día más a una fusión de la sociedad expuesta en las páginas de George Orwell y “El Mundo Feliz” de Aldous Huxley. |
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