El peso de la eternidad |
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11/05/2008 |
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Juro que he leído con cierto pasmo, en el bíblico diario El País, una noticia de titulares llamativos, destacada en primera plana a cuatro columnas: “Zapatero promete un Estado más laico”. Luego, abriendo de par en par las páginas de la sección España, reza el mismo periódico otro gran titular: “De la Vega viaja hacia la laicidad”. ¿Cuánto más de laico? ¿Será proceloso el viaje hacia la laicidad perdida?¿Habrá por fin dicotomía Iglesia-Estado?
La verdad es que tanta campanada me ha dado que pensar, al menos por un rato. Si no fuera porque al final siempre terminamos pagando las facturas los mismos que pisamos el suelo, la retórica del poder institucional podría ser hasta divertida. En este caso, una vez bajándonos del andamio de los grandes titulares y acercada la lupa a las letras pequeñas ¿qué tenemos? Que la laicidad es un calculado término ambiguo y no va a significar la inmersión general en un río de laicismo. No se traducirá en un Estado laico a todos los efectos.
¿Acaso significan estos trompetazos gubernamentales que, al igual que el ecónomo Solbes deniega administración de árnica al asfixiado sector de ladrillo, en las dos cabezas más visibles y augustas del gobierno bulle el laicismo humanista y volteriano? No creo, pero quisiera tener fe en ello¿Ese laicismo tan temido y ladrado por la jerarquía católica-vaticana, que aún nos atorra con sus arcaicos sermones preñados de rancio nacionalismo celtibérico? Concilio casa con conciliación, pero lo más común hasta ahora en la política con la iglesia es el pasteleo.
Si hay algo que distingue a la iglesia católica española es su llamamiento histórico y constante al cainismo. Nunca a la concordia. Es como una una necesidad de imponerse por la violencia, a sabiendas de su incapacidad de convencer predicando el dogma y con su ejemplo. Su mejor arma ha sido siempre el terror. Y en esa ciénagas de crueldad y aborregamiento, ha venido empleándose a fondo y sin reservas desde tiempo inmemorial. El misterio es por qué eligieron España como empecinado baluarte fundamentalista y no otros pagos más alejados en el tiempo y en el espacio.
Su momento estelar lo tuvo el clero español inspirando y conspirando a favor del golpe de Estado militar de 1936, la Cruzada fratricida, con un franquismo bajo palio que tan pingües beneficios le ha reportado hasta ahora mismo. Sacando cuentas, digamos que el metro cuadrado de paraíso católico sale ostentosamente caro. Los 4.000 millones de euros que cada año nos araña los obispos son una hipoteca a todas luces excesiva. Aunque ya se sabe que un alicatado de gloria celestial no tiene precio en el urbanismo de la Salvación.
Consecuentes con la laicidad y no con el laicismo, la tendencia de Zapatero y De la Vega, en su pregonado viaje, no es abandonar la religión en las voluntades y los cepillos de quienes quieran practicarla. Se trata más bien de diluir un poco el monolitismo católico repartir el pastel de los denarios con las otras confesiones cooficiales. Otra de esas transiciones dulces y despilfarradoras a las nos hemos aficionado en el último medio siglo en este país, Más de lo mismo, pero en la moda de la diversidad confesional.
Así pues, en la sacristías no deben tener miedo al desempleo. Habrá sin duda rasgado de vestiduras y tronar desde los púlpitos, porque es lo suyo y no saben hacer otra cosa. Pero todos saben que la clave de fondo es que no quedará mermada la hegemonía de la religión sobre el humanismo en el vasto y estratégico reducto de la Enseñanza. Es decir, ahí donde se moldea la arcilla joven para encarrilar a la grey hacia la docilidad de una cultura de sesgo meapilas.
Zapatero parece adicto a las grandes comuniones con gas inerte: alianzas de civilizaciones y otros trastos que no sirven para nada, pero que hacen bonito en el tresillo de la Moncloa y lucen en los titulares de la Prensa. Pero luego, una vez disipado el humo estupefaciente del momento, tras las grandes palabras entre las nubes queda la cruda realidad. Esa que coarta la enseñanza pública y aconfesional que ordena la Constitución vigente. Los conciertos con el poderoso lobby de las órdenes religiosas, presionando a todo vapor judicial para que se suprima la tímida Educación para la Ciudadanía. Montando la de dios es cristo cada vez que los planes de estudios recortan tiempo de religión en las escuelas.
Subirse a ese tren contrario sí que sería un real y apasionante viaje hacia el humanismo laico. Quizá menos vistoso, aunque mucho más civilizante y cargado de luces de ilustración. En nombre de los privilegios adquiridos por los curas educantes, no se puede seguir vaciando las aulas de contenido humanístico. Salvo que pretendamos una población de acémilas analfabetos funcionales que no entienden un texto simple ni adquieren criterio alguno.
Que una cosa es predicar y otra dar trigo lo ha interpretado a su manera una adelantada de los nuevos viejos tiempos. Se trata de Rosa Eva Díaz Tezanos, socialista y consejera de Educación del gobierno autonómico de Cantabria. El día anterior al anuncio “urbi et orbi” de la prometida laicidad de Zapatero y De la Vega, aparecía una carta al director de El País tocando el espinoso asunto de la enseñanza pública impartida en los colegios e Institutos. Un auténtico agujero negro que succiona, curso tras curso, cualquier programación coherente de asignaturas cruciales, para la formación del alumno y hacer de él un ciudadano, no un feligrés. En Cantabria, ese detenido trozo de la España de la Reconquista al invasor musulmán, dicha consejera ha dispuesto la disminución de una hora de Historia de España en Bachillerato para añadírsela a la asignatura de Religión. Los profesores de Historia fueron a la huelga.¿Un desafío arbitrario de la consejera al talante del gobierno central o un ejemplo de realismo concertado bajo presión con el clero docente empresarial? Aunque por otra parte, Cantabria tiene querencia por el infinito. |
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