La ambulancia |
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17/03/2016 |
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Sucede que, cada día, podemos constatar que la evolución tecnológica no libera sino que esclaviza más al hombre que la crea. No al revés, como sostienen quienes viven de robotizar el tiempo en nombre de la eficacia. Y como debería ser. Pero somos nosotros, los humanos, quienes nos obligamos a adaptarnos al ritmo de la tecnología del Progreso. Siempre ha sido así desde la era de piedra. El sílex, el hierro. el fuego, el vapor, el petróelo, el pasmo nuclear... así sucesivamente.
La ambulancia que me recoge a las 9 cada mañana (día sí, día no) suele venir puntual. Demasiado, para mi gusto, pues se me suele atragantar la última galleta del desayuno con el apresuramiento. Mi transporte hasta el hospital Marqués de Valdecilla es colectivo. Voy tres veces por semana al Servicio de rehabilitación.
No se debe hacer esperar. Los demás dependen de uno y, en la feria de las muletas, todo quisque tiene sus averías, más o menos severas. Más más que menos, porque el público habitual suele acarrear el poderoso desgaste de la edad y del uso o el abuso en la aclimatación al ritmo del reloj y del dinero que llamamos pomposamente vida.
El Servicio de Rehabilitación de un gran hospital público como éste es una escuela de humildad o de fatalismo. Cuerpos gastados, averiados, contrahechos, realizando esfuerzos inauditos para intentar la reparación que permita ir tirando.
El caso es que para poder estar listo a las 9 de la mañana, tengo que despertarme a las 6.30. A las 9 la ambulancia todavía no ha recogido a nadie. Soy el primero. El circuito de recogida es siempre el mismo. Me veo obligado a hacer todo el recorrido mirando cogotes grises y cachavas.
Se me ocurre que podría llegar a un acuerdo con el conductor de la ambulancia. En lugar de ser el primero podría ser el último, puesto que mi domicilio es el más cercano al hospital.
Le explico por encima las características de mi enfermedad. Y que, por esos problemas de locomoción, cada día al despertar me tengo que tomar una medicación que tarda unos 50 minutos en hacer efecto. Solo así puedo caminar.
Imposible. El vehículo está controlado por uindex.n sistema de GPS y en el programa consto yo como el primero de la lista, me dice el conductor.
Qué más quisiera yo que poder ayudarle, añade.
Y ahí es cuando me doy cuenta de que no hay nada que hacer. El GPS es el GPS , la rutina es la rutina y el control, control. Es el que manda y si el paciente, o sea, yo, tiene que levantarse de la cama hora y media antes... Qué le vamos a hacer.
La galleta se sigue atascando en la garganta. |
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