El río Ebro nace en la montaña cántabra de Fontibre, cerca de Reinosa y, sin pretenderlo, a lo largo de su cauce va despertando pasiones políticas y sociales con su agua de beber y de regar. Ese agua es objeto de deseo para media España, desde los espárragos navarros, pasando por el vino rioja y después las jotas aragonesas industriales, hasta desembocar en los arroces del delta mediterráneo. Valencia está en pie de guerra porque tienen avidez de agua del Ebro para sus naranjas y limones. Todo son aguas revueltas desde que se ha decidido transportar el agua hasta la sedienta Barcelona por el trazo de una autopista.
El desbarajuste acuático español es un tímido anticipo de lo que va a suceder y está sucediendo con el agua en el mundo. Si ayer/hoy las guerras de dominación eran/son por el petróleo, mañana/hoy las invasiones estratégicas serán/son por el control del agua potable que cobra/cobrará su tributo en sangre a borbotones.
No sólo es cuestión de agua mineral embotellada para vender. Los ricos del mundo ya están comprando yacimientos de agua, como antes compraban minas de diamantes o latifuncios de labor.
No hace mucho estuve paseando por Argentina. Zona norte, el Chaco. Los Esteros del Iberá son una abundancia acuática de enormes proporciones. En una aldea con calles de barro y miríadas de loros en los árboles, llamada Colonia Pelegrini, los guardas de la reserva me contaron que no hacía mucho tiempo llegó un yanqui que se presentó como representante de los Bush. Sí, ésos Bush. El tipo adquirió un lago inmenso y las tierras que lo rodean. Le interesaba el agua para dejarla estar hasta el momento oportuno. Al final tuvo que intervenir el ex presidente Kirchner en persona, para deshacer la operación y que esas aguas recobraran la nacionalidad argentina.
Algo más allá, en la polvorienta puna que rodea la población de Resistencia, los niños se mueren de hambre y sed.
El agua de vivir hace aflorar las más húmedas contradicciones humanas. Necesitamos la esencia del agua para existir, pero la emponzoñamos sin pausa para convertir ese bien supremo en billetes de banco. Luego lanzamos satélites al espacio buscando agua en Marte. Es el tributo litúrgico al dios del progreso, mediante su sacerdotisa la tecnología.
En las marismas de la sed y el agua, como en todo, siempre hay clases: los del caño y los del palo. Mientras Barcelona padece sed, no se dejan de irrigar los numerosos campos de golf existentes en territorio catalán. Hasta ahí podíamos llegar.
Y no se riegan con aguas residuales depuradas sino con agua del grifo. Las élites y los guiris turísticos que vienen a hacer birdies no pueden oler ciertos perfumes. Al parecer, nuestro destino en lo universal es el golfeo. A principio de este año se contabilizaban 359 campos federados en la piel de toro, 19 más que el año anterior. A la cabeza de este entretenimiento que requiere una alfombra de césped liso y bien irrigado está Andalucía: otro secante. La segunda en número de greens es Catalunya. Así es, por absurdo que parezca. El uso del agua define a las clases sociales. El gobierno levanta ampollas con una decisión de urgencia para llevar agua a Barcelona y se ordena vaciar las piscinas. Pero los golf no se tocan.
Sería interesante que los golfos apandadores rieguen sus greens con agua mineral. Sin gas. Total los ricos y sus imitadores pueden pagarse sus lujos, pero los demás no pueden vivir sin beber y sin lavar. Por cada birdie una garrafa de cinco litros para regar los hoyos.
Mientras tanto eso no ocurre y para diluir vinagres conductistas, vale la pena dejarse llevar por la suave cadencia amorosa del ritmo del Agua de Marzo afinada por Elis Regina y Tom Jobim:
En cuestiones de líquidos fundamentales, existen unos paralelismos inquietantes. Se calcula que un cuerpo humano de 70 kilos está compuesto por un 42% de agua. El planeta Tierra contiene un 60% de agua. Y, en fin, el 90% de un cerebro humano cualquiera también es agua. Aunque a la vista de los resultados climáticos que ya son/serán realidad destructiva, el agua de ese cerebro no debe ser agua de marzo bossa nova sino agua estancada de cloaca.