Mileurismos o menos
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06/03/2008
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Salvo que el miedo o las supersticiones lo impidan, el espacio de las emociones es infinito y arbitrario, lo mejor siempre es ir a los orígenes de los problemas. El tan traído y llevado mileurismo, vamos a ver. Si el solvente Solbes, ministro económico al que se le disparan los precios y se sale por la tangente arrogante diciéndoles a los ciudadanos que "si no les alcanza para pollo, coman conejo más barato", estamos ante un problema. Un real y crujiente problema de reparto de recursos que debería conmover a un ministro de gobierno socialista, obrero, español. Evidentemente, son muchas más las gentes que no pueden abordar la carne de pollo volando por las nubes que los ejecutivos que ríen y gozan, con sus amigas de lencería fina, en los restaurantes señalados por el dedo estelar de la guía Michelin.
No es lo mismo dar limosna a los pobres, para que vayan tirando, que hacerse fotos de camaradería con la plana mayor de la banca. Ese desequilibrio entre la ciudadanía endeudada hasta las cejas y las élites que trapichean acciones en Bolsa, debería ser comentario preferente en época de elecciones. En cambio es motivo de silencio ultraterreno. Te vienen a decir que eso es así. No una confrontación de clases. Un orden natural. Un misterio tan inexplicable como la composición de la materia oscura del universo o el de la santísima Trinidad.
Así que después de todo la píldora del soma electoral es, como siempre, un refocile general en los pantanos de la religiosidad. Lo que nos proponen los candidatos en flor es que les votemos teniendo fe en lo que no vemos.
Habría que preguntarles qué piensan de todo esto las mesnadas de mileuristas y submileuristas. Esos que se pasan la vida calculando al milímetro para poder sobrevivir en un país, España, anunciado como en perpetuo trance de crecimiento. Siempre crecemos más que los vecinos de al lado. Sin embargo, las nóminas padecen raquitismo crónico.
Por eso sorprende tanto el tren de consumo del ciudadano medio ibérico. El secreto de la alegría de las tarjetas de crédito no puede ser otro que el pluriempleo, las horas extras clandestinas o la colectivización de los ingresos, con pensiones y salarios juntados bajo el mismo techo. Siempre la familia unida.....por el cordón umbilical del monedero.
En el blog Anboto News leo que han denunciado a un restaurante de Durango; pagaba a sus empleados inmigrantes 600 euros mensuales por 66 horas trabajadas. Uno de tantos abusos.
Por otra parte y en otra latitud cercana, el emblema populista escogido por el estrambótico presidente de Cantabria, un tal Revilluca, es la calidad de sus anchoas. Las anchoas también tienen que ver con la paradoja del abuso de la vida tirada por la borda...por ganar un poco de plata para poder vivir.
Mi amiga Emma trabaja en una gestoría que redacta nóminas para esa industria de salazones y conservas de pescado, en Santoña, Laredo, Colindres. El penoso y temporero trabajo de la elaboración de las anchoas enlatadas, no sobrepasa los 700 euros al mes. Otra buena amiga, Ana Rosa, también redacta, en la ciudad industrial de Torrelavega, nóminas del sector metalúrgico a razón de 900 euros de promedio; y en el comercio de la moda, unos 750 euros como máximo. Hay que dar gracias por el trabajo.
He dejado para el final de este desiderátum lo que tengo mucho más cerca. Mi compañera, María, es licenciada en Geografía e Historia; tiene también titulación oficial británica de lengua inglesa. Tiene una década de experiencia como profesora de Enseñanza Secundaria en un centro concertado. Una trabaja donde puede y no donde quiere: Las oposiciones a la enseñanza pública son una de las mayores cacofonías arcaicas e inamovibles de este país: Asignatura eternamente suspendida en el tiempo y en el espacio. Alabado sea Dios.
Pues bien, impartiendo cada día y una hora tras otra clases de inglés, geografía, historia, educación para la ciudadanía y ética esta profesora percibe la friolera de 15 euros por hora lectiva. Esto es calidad de Enseñanza, vocación de desastre y fabricación de ignorancias.
En esta cantidad por hora está comprendido el surplús del tiempo gastado en reuniones con los padres de los alumnos, correcciones de exámenes, actividades extraescolares o disfrazarse por carnaval. Como está mandado.
Con esa actividad laboral tan funambulista y errática, un furor consumista inducido y unos ingresos económicos pigmeos, no es extraño que quede poco lugar para la risa distendida y mucho hueco para la evasión avinagrada. Y que el personal se dé al vino de mesa o a matarse por las carreteras con fruición. Preferiblemente al volante de un potente coche aún sin pagar.
Sin embargo, los políticos en activo se suelen llenar la boca con la pasta dentífrica de la calidad de vida. Algo sí que blanquea esa espuma, pero no quita las caries de la dentadura. Y Solbes resolviendo su cuna de gato neoliberal.
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