La clave del cerrojo D'Hont |
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14/10/2013 |
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Como todo el mundo sabe, en una democracia representativa los gobiernos se deciden en las urnas. Los ciudadanos deciden con sus votos quiénes son los elegidos. Lo hacen en base a la opinión que tienen sobre los candidatos.
Por eso, toda la artillería de los partidos políticos en liza electoral apunta a modificar y consagrar esa opinión pública, para ponerla de su parte y triunfar en la competición. El espectáculo. Una vez conquistado el poder, es hacer lo que les viene en gana. El cinismo es un valor en alza dentro de la política institucional. Otro es la hipocresía. Otro la mentira podrida.
Este es el caso del Partido Popular y de su equipo de dirigentes.
La propaganda, pues, es fundamental en este juego de la representación. Hace tiempo, la propaganda era un vehículo para difundir el mensaje ideológico de los partidos. Eso fue hace mucho. En los tiempos actuales la propaganda es un fin en sí mismo. Una intoxicación constante y agresiva del individuo para modelarlo como si fuera arcilla. Y así que contribuya con su vida al modelo económico y político o apolítico prefabricado por las élites que manejan los hilos del destino. Todo vale para hacer del mundo un hormiguero, con sus reinas y sus tropa.
Particularmente, en este reino de España, de indisimulado Corte neofranquista, los partidos mayoritarios se presentan a las elecciones en unos paquetes de candidatos en listas cerradas. Pero más aún: para consagrar un bipartidismo eterno, el sistema electoral se basa en el invento de la Ley D' Hont.
En el terreno de la práctica, esta Ley D' Hont impide la representación parlamentaria de gran cantidad de ciudadanos y colectivos minoritarios, pero tan importantes como el que más. En realidad, ese sistema de representación proporcional quiebra el principio democrático esencial de "un hombre un voto"; deslegitimando de hecho la pretendida democracia. Y lo hace, por la simple razón de que los votos minoritarios no tienen ninguna oportunidad y nacen muertos. Inoperantes. Eso es lo que se pretende "sotto voce", bajo la falacia de la "estabilidad"de la gobernanza.
Y la quintaesencia de esa predicada estabilidad es lo que estamos padeciendo por arrobas: la mayoría absoluta.
Así pues, todo lo que opinemos, digamos, gritemos, reivindiquemos, nos atormentemos, nos indignemos y el largo etcétera de la realidad de cada día, se estrellará inevitablemente contra el ¿inexpugnable? Muro de la Ley D' Hont. Y quedará finalmente en nada. A lo sumo en más frustración.
En definitiva, si queremos penetrar en la fortaleza del sistema capitalista que nos mata y nos hunde en la miseria, habrá que quitarle las llaves de acceso o limar el cerrojo. Acabar y sustituir el Sistema D' Hont es una necesidad perentoria. De lo contrario será por siempre la doctrina de Lampedusa. Cambiarán lo accesorio para que todo siga básicamente igual. |
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