La apropiedad
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03/07/2013
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No es nada nuevo, pero conviene repetirlo, por si arde la reflexión. Desde tiempos inmemoriales el “sapiens” viene inventando armas para despedazar al “enemigo”, una palabra clave en el cumplimiento del vernáculo acto de la posesión. Ahora lo llaman economía. Gracias al conocimiento de la conciencia tergiversada, se participa de un disimulo muy perfecto. Al robo vienen llamándolo amor, religión, paz, justicia, libertad. Aunque sólo son mordaces eufemismos que alicatan la impunidad de los triunfadores de contiendas. Por la propiedad se mata, lo cual significa la negación de la existencia. Y éste, sin embargo, es el verdadero negocio.

Siempre ha sobrado gente y ahora más todavía. Los triunfadores de las mil y una guerras, todo es por siempre guerra, se emplean a fondo como el pájaro cuco. El cuco instala sus huevos en nido ajeno y canta en otro lado par distraer; luego, toda la industria del nacido es expulsar de ese fatigado confort a los hijos de los ilusos que construyeron el nido.

La técnica del cuco vale lo mismo para un desahucio bancario español que para la aniquilación de cualesquiera tribus indígenas aferradas al planeta. Lo primero que hacen los espantosos guerreros es desterrar del diccionario la ética de la sensibilidad y sustituirla por una letanía supersticiosa, sin duda verosímil y al poder ser estética. Así ya estamos preparados para la destrucción polivalente. Sea que nos arranquen el corazón vivo con cuchillo de obsidiana maya, en aras del rito sacerdotal del poder; o, por ejemplo, ser despachados de la tierra por un fusil infantil AK-47 o quedar aparcados en la nada por una ola de fuego nuclear.
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