Teatro en crisis
enviar este artículo
04/03/2013
.
El mundo en crisis suele significar la aparición de un egoísmo exacerbado. Una actitud de supervivientes, donde se recita el tópico de que “cada palo aguante su vela”. Todos tenemos problemas, no me vengas con el tuyo...Y así evitamos bucear en los contratiempos. Todo está mal, todos somos víctimas, evita muchas veces establecer diferencias de gravedad entre un drama y otro, entre la desgracia lejana y la que tiene nombre propio y vecindad. A pesar del dolor, generalizar tranquiliza, anestesia, consuela, nos sentimos virtualmente acompañados. Singularizar desasosiega, pringa; lo particular produce rechazo, repele, procura esas emociones demasiado fuertes que no queremos experimentar; huimos de esa posible salpicadura. Al fin y al cabo estamos en un mundo de macrotragedias cotidianas en las portadas de los medios de configuración social. En ese escenario, atreverse a manifestar una tragedia personal no es sólo un contrasentido sino que es una especie de impudicia. De esa soledad carnal, aunque rodeada de amparo virtual, proceden los suicidas. Al final va a ser mejor o menos malo estar sólo que virtualmente acompañado por una multitud. Concebir falsas esperanzas de conseguir una tabla de naufragio es ahondar el precipicio de la frustración.

La lejanía de los satélites observadores o la cercanía tangible. Mirar o ver. Escuchar u oír. Esta es una diferencia esencial entre las imágenes televisivas y el teatro. Está el auge de las noticias de los telediarios que convierten el globo y sus 7.000 millones de habitantes en un permanente “reality show”, un espectáculo continuo de convulsión y casquería. Y por otro lado intenta sobrevivir, y no desaparecer por el sumidero de la historia y el olvido, el teatro que nos habla de tú a tú y de nuestras cosas en carne y hueso

“Teatro en Crisis” es precisamente el título de una obra que se representó el otro día en la sala de actos de un Instituto de Enseñanza Media. El colectivo que lo llevó a cabo se llama significativamente “Unos Cuantos”. Gente joven entre los actores, mezclada con supervivientes de la época del famoso “desencanto”. Como queda dicho, resulta ya raro encontrar gente que haga cosas por satisfacción personal. En eso también se ha caminado hacia atrás. No hace demasiado tiempo, en este país se hacían cosas a cambio de nada, Porque sí. El ultramaterialismo, al que nos hemos sumado con fruición, ha acabado prácticamente con ese feliz intercambio.

Sobre las tablas de “Teatro en Crisis” se evidencian, en forma de humorísticos y amargos sketchs, algunas de las grandes lacras humanitarias del día a día actual. Una Sanidad que no cumple su principal misión de sanar, un racismo que emerge en una sociedad hipócrita, una enseñanza que das la espalda al deber de forjar ciudadanos, el fantasma del paro exagerado y sus culpables, los desahucios suicidas, el dinero y su poder erradicador del humanismo y la solidaridad real, concreta, no predicada o discursiva o condescendiente...

Alguien comentó a la salida del teatro que era como volver a los viejos tiempos de los profesores penenes y enfrentamientos a cara perro contra una dictadura que duró demasiado, y ha dejado secuelas físicas y morales en el patio de Monipodio que es España...No cabe duda de que, buena parte de “lo que está cayendo” se debe a lo que se sembró años atrás. Los que vendieron el alma de la confianza ciudadana por el plato de lentejas ofrecido por el diablo neocapitalista. Somos herederos del enorme despropósito de unos trileros convertidos en políticos y que dejaron la ilusión transformadora de la izquierda a los pies de los caballos.
.