Catatonia |
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19/12/2012 |
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Me acabo de despertar y no sé qué hacer en el día de hoy ni el de mañana. Son las horas finales antes la fecha crucial. La decisión es mía. Decidir es mi única propiedad. Quizá quedarme en la cama como un encamado andaluz o como el inolvidable George Brassens y su discípulo Javier Krahe cuando suena el himno nacional. En plan aquí me las den todas. O rezar como un poseso por la salvación del alma y encomendarme alguno de los variopintos cultos en oferta del supermercado espiritual. O la solución yanqui de atacar: comprar una pistola y disparar muerte, o el siempre socorrido instinto biológico de descargar el semen testicular en el desesperado acto final de la reproducción de la especie; desde luego, se impone no estar solo, buscar a alguien con quien conjurar el pánico a la desaparición. O recluirme en un lodge de lujo naturista en la selva del Brasil como el guitarrista de Radiohead a esperar tomando zumos de papaya y maracuyá...Difícil decisión. Me siento dividido y se avecinan días peores todavía. No sé a qué achacar este estado de ánimo repleto de estupefacción. Siempre es difícil elegir entre el miedo seguro y la esperanza volátil de la mentira eterna, apelación al futuro para entretener. Las dos cuestiones están adosadas como siameses en el calendario. En definitiva, no sé si creer más en la profecía milenarista maya que predijo hace mucho tiempo el Fin del Mundo en la fatídica fecha del día 21 del mes 12 del año 2.012 (211212) o en el sorteo del Gordo de la Lotería de Navidad, unas 24 horas más tarde. No sé qué hacer. |
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