TENDEROS AL VIENTO DE LA HISTORIA |
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20/11/2007 |
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Cuando una sociedad tiene minada la conciencia moral hasta el extremo en que el engaño se produce entre iguales, por imitación a los de arriba, estaremos perdidos y sin rumbo. Nos encontraríamos ante una sociedad de tenderos, presidida y tatuada por el afán de lucro sin piedad. Como ahora mismo.
Tendero puede ser el tendero de la esquina, Bush, el general de una tropa, un banquero de rapiña o el Papa. Es una actitud ante la vida. Son los parapetados tras cualquier mostrador o protocolo. Resume un espíritu mezquino, proyectado hacia la soberbia del poder o refugiado en cualquier manera de amasar dinero insolidario. En su caso, la ética se supedita siempre al objetivo.
La honestidad es cosa del librepensamiento.
Sin caer en el barranco de la beatitud, los inconformistas, iconoclastas, antisistema, no pueden ser al mismo tiempo éso y cínicos que pasan de todo sin pasar de nada. Cínico podía ser Diógenes, que vivía con sus harapos en un barril de la antigua Atenas. Aquí hasta el aire y el agua tienen un contador para pagar en tiempo de vida.
En cierta ocasión me invitaron algunos compañeros de la siniestra (zurdos de entendimiento) a dar una conferencia en Badenmer.
Se trataba de hablar acerca del eterno asunto de la corrupción en la cosa pública. Estaban asimismo invitados el periodista Javier Ortiz, el filósofo Javier Sádaba y el juez Claudio Movilla. El ya fallecido magistrado debió olerse perfumes poco propicios y se excusó a última hora.
Quedamos pues un trio para trinar en la mesa de oradores. Después de jugar una partida al futbolín en la cafetería de la sala de conferencias, nos metimos en faena frente al patio de butacas rebosando de gente.
Llegó mi turno y el caso es que se me ocurrió decir algo que trajo cola, según me enteré más tarde. Sin más preámbulos, Sádaba me tildó allí mismo de “escolástico” por opinar que, en una sociedad de cultura democrática, no se puede tolerar no sólo la corrupción política sino tampoco la social. Puse el ejemplo de un panadero que estafara cada día a sus clientes en el precio, en el peso y en la calidad del pan.
En estos días atrás se ha producido precisamente una de esas penosas exhibiciones de falta de generosidad, lo que ilustra a la perfección dónde estamos y con quiénes patinamos. En plena indiferencia ciudadana, se aprobó a contrapelo la tan traída y llevada Ley de la Memoria histórica. Una ley hecha por los representantes del comercio al por mayor y que ha abierto la caja de los truenos artificiales. Con el ruido distraidor, se trata de que el fondo de la cuestión quede sepultado en las tumbas del olvido para siempre jamás.
Pero nunca deberíamos olvidar que somos peldaños de una larga escalera y nuestro presente no vino de la nada. El material de que esta construída esa escalera es el conjunto de risas y lágrimas de la humanidad.
A eso lo llamamos historia. Y lo que son las cosas del eterno vaivén. La revista VIENTO SUR ha lanzado un monográfico que ilustra de algunas claves que tienen que ver con la conferencia de marras en Badenmer, capital de Bancabria.
Sí, aquella en la que aludí, como símbolos de la cabronada y la cortedad de perspectivas, a los desaprensivos que venden pan o política social sin miga.
Se habla precisamente en VIENTO SUR de la constante impronta de los tenderos como freno y marcha atrás de la historia. Es decir, del debate angular entre si era mejor sostener la estabilidad de una República burguesa o combatir para sembrar Revolución. La convulsión del POUM y del movimiento libertario en la II República, en ese 1936-37 es crucial para entender a donde hemos llegado en materia de dignidad colectiva, logros políticos y búsqueda de justicia social.
En esas páginas se dan algunas claves de cómo, los tenderos de los colmados estraperlistas, se afiliaron masivamente al PSUC estalinista. Y acabaron desde dentro con la esperanza revolucionaria en aquella Catalunya de vanguardia.
Más tarde, idénticos menesterosos del sistema votarían al canciller Adolfo Hitler en Alemania. También son los mismos que jalean los bombardeos de Vietnam o Irak pensando en el negocio. Los que envían a un asesino desquiciado a ejecutar al coronel Kurtz-Marlon Brando (en la grandiosa película “Apocalipse Now”), porque se les fue de las manos y se volvió incontrolable desde el punto de vista estético y reglamentario del juego militar.
No lo pueden evitar. Sumidos en su obsesión por rascar el máximo beneficio del día, son incapaces de ver la realidad con la más meridiana perspectiva de liberación. Son mentes esclavas de su avaricia. Su dios es la caja registradora y dependen del Orden que favorece las ventas, bien de plátanos o de armas. Sea en el mercado del fascismo yanqui o del estalinismo neoliberal chino.
La partida de futbolín la perdí yo por goleada. |
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