"POR QUE NO TE CALLAS" Y EL DOMUND |
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15/11/2007 |
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En esta España de nuestras entretelas nos pierde el sentido folklórico de la vida. Y el poder lo sabe. Y lo usa. Aquí cotiza más un gesto torero, un desplante cañí o testiculario, que cien manuales de lógica o veintemil sesudas explicaciones del sentido común. Admitimos con gusto que nos decoren la estancias democráticas con cortinas de humo. Aunque nos produzcan dificultades oculares con la claridad y cegueras de entendimiento.
El sabio Cervantes sabía ya todo esto y por ello encarnó esa España en el Sancho Panza romo, pusilánime y con aliento de ajo. El olor ha cambiado con el advenimiento del progreso estadístico y los posmodernos perfumes fashion. Mas no se ha alterado apenas la imperiosa necesidad de ver las cosas desde el lado más frívolo e irresponsable. Conformista. Conservador. Orgullosamente fútil. Inoperante.
No en vano el español medio actual aparece siempre seguidista y aturdido. Más bien atento a que le digan lo que tiene que pensar y qué opinar. Con carencia de criterio y amor propio, porque se los deja arrebatar por el ruido externo. Antaño fueron los rezos y los dogmas flamígeros, más tarde las consignas inamovibles. Ahora es, por encima de todo, el momento estelar de la publicidad. Una publicidad que, a la búsqueda de mayor feligresía, predica rechazo subliminal a la diferencia.
“¿Por qué no te callas?” Parece que la frase la ha inventado Bourbon, cuando es lugar común en cualquier tertulia. Los argumentos y las ideas son secundarios. Lo principal es que el interlocutor de turno no se te suba a las barbas. Quizá por eso precisamente ha prendido tanto en el acervo popular. Una suerte de identificación parasiquiátrica con la alcurnia.
Al español medio que oye no le gusta escuchar. Está más pendiente de lo que tiene que decir o más bien gritar. Esto es un axioma. Quizá sea una consecuencia genética derivada de los largos siglos de inquisición, tiranía y fascismo de acallar a golpe de cornetín.
Tras las cortinas de humo, más cerca del cristal, se suelen vislumbrar mejor las premisas elementales del "¿Por qué no te callas?".
Veamos: Se supone que el monarca Bourbon es el jefe del estado español y para eso le pagan. Si fue invitado a una cumbre de países hispanoamericanos, supongamos que no era para llegar y hacer gala de entrepierna y mutis por el foro a la primera de cambio, sino para cuidar con el mayor esmero los intereses de España. No sea que esos países decidan sacudirse el yugo afectivo de la "madre patria" y se emancipen del vínculo tradicional.
Y si tenemos en cuenta que insultar a un prescindible ex Aznar no significa insultar a España, pocos argumentos hay para ponerse en manada de patrioteros.
Si seguimos considerando que, al igual que en los tiempos de la Conquista, cuando el oro y la plata indios, la empresa España depende más de Latinoamérica que al revés, flaco favor nos ha hecho el rey Bourbon con su altanero desplante. En este mundo global ya no se puede ir por la geopolítica mandando callar a nadie, por moreno, idiosincrásico u “ostentóreo” que sea. Se pueden ofender. Nos pueden poner por las nubes las materias primas que fabrican cada día nuestras comodidades. Hoy, 515 años más tarde, resulta imposible otro “Descubrimiento” desde las carabelas. A estas alturas no se puede confundir respeto con esperar reverencia o acatar vasallaje. Es preciso un tratamiento de igual a igual. Algunos próceres están anclados en los tiempos del "Domund". Así nos luce el pelo de la dehesa. Y la caspa de la coronilla. |
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