LA POBREZA DE LA ABUNDANCIA |
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20/10/2007 |
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Resulta curioso comprobar la universal tendencia humana de dar de comer a los animales que nos tropezamos. Sean dingos salvajes australianos o gatos callejeros o pájaros de jardín o palomas venecianas, un impulso irresistible nos lleva a alimentarlos. Hasta tal punto que, en los parques naturales o en el recinto de los zoos, nos tienen que prohibir hacerlo. Sin embargo, es costumbre también que dejemos, con la misma naturalidad, morir de hambre a nuestros semejantes. En este mundo de abundancia ocurre. Diaria sentencia de muerte por inanición. Mientras nosotros seguimos, divertidos y condescendientes, echando cacahuetes a nuestros parientes los graciosos monos enjaulados. Somos así. Superiores. |
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