Obama aplica el ojo por ojo con Osama
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02/05/2011
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Un comando de rambos en misión especial asalta la guarida del máximo símbolo del terror fundamentalista islámico. Osama Bin Laden esta allí. Lo matan a tiros en el más puro estilo Hollywood. Se ha hecho Historia...y en las cancillerías de la civilización cristiana cunde la felicitación y el alborozo.

Pero, tal que siempre pasa en materia de religiones y fanatismos, es de temer que muerto el perro no se acabe la rabia. Osama Bin Laden ha dejado de ser el guía supremo de la violencia contra Occidente, para pasar a convertirse en un grandioso mártir del Islam. Los imanes radicales alimentarán en las mezquitas la mitología de sus proezas. Y, como todo el mundo sabe, salvo, al parecer, los guionistas de la Casa Blanca, son más peligrosos los mitos que los seres de carne y hueso. La leyenda se hinca más profunda y duradera que la propia realidad.

En año 2011 de la era cristiana ha prevalecido, una vez más, la vieja e interesada Ley del Talión. El "ojo por ojo, diente por diente" de la eterna cuestión de estado. El populismo de una ejecución propagandística sobre la claridad, la justicia y la ética. Y también, de cara a alejar previsibles fantasmas y sospechas, hubiera sido preferible poner al reo Bin Laden ante los tribunales.

Los EEUU han consumado su venganza prometida, pero tras tras la pólvora ha quedado flotando un tufo maloliente. Los muertos no hablan. Es su principal cualidad. Seguramente había que ejecutar al "enemigo público número 1" por temor a las salpicaduras en las altas esferas del establecimiento.

El ex presidente George W. Bush y el actual, Barack Obama, han coincidido al declarar que la muerte de Bin Laden es un triunfo de los EEUU, en su lucha contra el terrorismo”. Hay libros serios que ponen en duda la exclusiva autoría de Al Qaeda en el atentado de las Torres Gemelas, en aquel 11-S que dio lugar a todo lo demás. Incluída la afrenta al Derecho de Guantánamo. Otros libros de investigación editados relatan la íntima relación entre la familia Bush y los Bin Laden saudítas. Nadie pone a los jueces tras la trayectoria oblicua de George Bush. La democracia a la americana ha devenido un burdel de lujo.
Porque, lo que no se dice en la verdad oficial, lo bastante alto y con suficiente insistencia, es lo evidente. Que tanto el personaje Bin Laden como el iraquí Sadam Hussein, como el expresidente panameño Noriega, y otros más, pertenecen a la galería de monstruos creados por la CIA en su momento. Cuando se salieron de madre y dejaron de ser útiles, y obedientes, hubo que darles matarile. Gadafi tiene sus barbas en remojo.

La única manera de acabar con el terrorismo no está al alcance de ningún líder político judeocristiano, incluido Barack Osama. El esquema en el que se mueven las esferas del poder real es demasiado intransigente y hermético. Se trataría de sentar las bases de un mundo libre, laico y justo. Extender un lecho de razón lógica. Como eso no será así, seguiremos pasando por la taquilla para ver cómo la realidad imita a Hollywood. Y a las masas de los miserables no les queda otra que aclamar a otros Bin Laden. Así sucesivamente.


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