Entre el Big bang y el Big Crash |
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14/03/2011 |
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Si desde los orígenes del Big Bang o Dios o Alá, etcétera, el universo conocido hubiera querido alentar una evolución involucionista o de progreso autodestructivo, habría generado la criatura del mono histórico o, dicho de otro modo, el hombre blanco religiosamente saqueador. Así, esta criatura cósmica abundaría en el culto a cualquier cosa que él creyera que le vendría bien y le tranquilizara.
En esa fatigada oscuridad de años luz, el Dinero, el Poder o el Empedrado del infierno satánico podrían ser algunos de esos tentadores ritos a su alcance. Aún arrogándose un rayo de dios, su absoluta necesidad de trascendencia o magia redentora harían de él un simple, perpetuo, insatisfecho acólito.
La doctrina del saqueo requiere suspicacia y discordia mutuas, perfectas cuanto más superlativas. Desconfianza y consecuente entramado arácnido de leyes. Competición infinita por triunfar y poseer a los más guapos del baile. Malos o nulos sentimientos. Sustitución automática del apego por la animadversión o la indiferencia ante la crueldad. El respeto indígena a la tierra por el ansia histérica de la Propiedad. Trueque de la vida por la Historia.
Burocracia espiritual: lobotomía del alma honesta. Anestesia de los nobles impulsos para cubrir necesidades de la necedad. Fe en la fidelidad de las máquinas infalibles. Las máquinas marcando el , tiranizando el libre albedrío en el Tiempo existencial. Una vida entera para pagar facturas. Destrucción-reconstrucción como constante de progreso. La Catástrofe como materia prima esencial para seguir adelante. Adelante. Adelante...
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