Mondo cane
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25/12/2010
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Estamos en las fechas de conmemoración del 2010 aniversario del nacimiento de Jesucristo, el profeta fundador de la cultura en que habitamos y el calendario en que chapoteamos nuestro desconcierto de peregrinos del universo.

Cristo fue el paradigma del desconocimiento de los seres humanos. Aún no había salido de su perplejidad y ya lo habían tratado como a un perro y finalmente crucificado. Nunca entendió del todo lo que le estaba pasando, todo por predicar mansas verdades por el bien del prójimo. Los promotores lo hicieron para fundar una religión política y conquistar el mundo utilizando su nombre y sus ideas.

Probablemente estos días nadie se acuerde del Cristo, abducida como está la gente por los imanes del Centro Comercial. En estas solemnes fechas la publicidad reina y nos incita al hedonismo sin frenos; el personal juega a la baraja con las tarjetas de crédito. Es tiempo de buscar regalos que nos hagan felices unos minutos. Es tiempo de liarse la manta a la cabeza y olvidar dónde estamos y otras angustias cotidianas, con que nos obsequia el tenderete de sociedad que hemos montado.

Probablemente, incluso, en un rasgo de frívolo ternurismo, a muchos se les ocurra el capricho de comprar y regalar un perro. Es animal de sangre caliente y distrae nuestra soledad desde hace miles de años. Salvando las distancias cósmicas entre un dios mitológico y un can, ambos son víctimas de su excesiva confianza en los buenos instintos humanos. Al igual que el mesías, el perro también paga caro el entregarse incondicionalmente al hombre y el estar programado para ser fiel. Lealtad garantizada, pese al abandono, la tortura y la muerte.

El verbo se hizo carne picada y al colmo del mal que se le puede hacer a alguien lo llamamos perrerías. Por algo será.

Es diciembre y hace mucho frío. Tenemos que salir a la intemperie para que el perro haga sus necesidades, todos los días varias veces y así durante muchos años. En el momento de ejercer el acto de comprar no cuentan los pensamientos aguafiestas. Siempre prevalecen los caprichos.
Los cachorros tienen la mala costumbre y a veces también de multiplicarse, tal y como manda la biblia. Al llegar las vacaciones en la estación de esquí o en Cancún son un estorbo.

Las sociedades protectoras de animales están a rebosar de perros abandonados a su suerte, en las calles y en los barrancos. No caben más. Recibo mensajes de petición de auxilio todos los días, por parte de la precariedad de protectoras de todo el suelo español. Algunos propietarios, los del antiguo capricho de la tienda de animales, les tiran por encima de las tapias de las perreras, con nocturnidad y alevosía. Así se aseguran de que el fiel animal no regresa a su casa. Perro mundo es este mundo humano.

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