La huelga general de la maquila
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28/09/2010
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Hay gente que necesita muchas explicaciones para decidirse a dar cualquier paso que implique inestabilidad y desviación del carril metódico de su vida.
Esta gente recela de cualquier profanación de esa normalidad. Cualquier desorden en el archivo de su vida habitual les perturba y les suministra un plus de inseguridad. Por eso prefieren no enterarse de nada y no salir del cascarón protector. Antes pecar por omisión que complicarse la vida y quizá terminar siendo cliente de un psicólogo postfreudiano.

El caso es que la realidad suele ser un feo traumatismo de por sí. Por mucho que queramos hacer como que la cosa no va con nosotros, es muy difícil evitar sus tarascadas y sus devenires. Probablemente en un refugio antinuclear, y aún así algún día habría que salir a la intemperie de los decretos sacamantecas como el del actual gobierno español.

Nos hunden en el fango de la precariedad. El mundo laboral del mundo entero está a un paso de convertirse en una gigantesca maquila. La maquila es una suerte de trabajo forzado cada vez más frecuente. Se están dando los pasos necesarios en occidente en para ese modelo de competición con China y sus asiáticos afluentes explotadores del individuo.

Una huelga general está convocada para el próximo día 29 en toda España.

¿Motivos? No vamos a aburrirnos enumerándolos. Basta con estar meridianamente informados de las medidas atentatorias contra derechos adquiridos a muy alto precio . Y lo hacen con nuestros votos y aduciendo que es “por nuestro bien” y “por un mejor futuro”. Llamarnos directamente lacayos o imbéciles sería más honrado. Pero quedaría peor imagen en la televisión.

El hecho es que, si la situación económica europea es preocupante, en España se vive un colapso paradójico monumental: a los salarios más indecentemente bajos de la UE les corresponden las tarifas y precios más elevados. Y, mientras las tuberías de los bancos y corporaciones están atascadas por el flujo de beneficios especulativos (dinero espuertas), las listas del paro laboral y la precariedad existencial se alargan como una mala sombra de otoño.

Ir o no ir, esa es la cuestión

La gente ve lo que se le está haciendo, no lo ignora; pero prefiere mirar hacia otra parte, por miedo a que les quiten los supermercados. Su ingenua esperanza la tienen puesta en que los que mandan acaben por saciarse algún día. No va ser así; entre otras cosas, porque ellos son al negocio lo que un vampiro a un banco de plasma. Una fatalidad.

Cierto es que las organizaciones convocantes de esta huelga general son, por lo regular, una pastelería. Pero siempre se puede pasar por alto esta eventualidad, si de lo que se trata es de reclamar a voces y en las calles un cambio de vida. Otro mundo debe ser posible, si nos atrevemos a soñarlo despiertos.
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