La goma de borrar infamias
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13/12/2009
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Hay, en el aeropuerto de la isla canaria Lanzarote, una señora menuda y con velo de colores que sale desde hace unos cuantos días, cada vez más desmejorada, en todos los telediarios. Se llama Aminatou Haidar y es de El Aaiun (Sahara Occidental), territorio invadido por Marruecos desde hace 34 años largos. Allí tiene a su familia. Haidar está pidiendo justicia y, algo tan exótico, en estos tiempos que corren de gran sumisión, como es la dignidad. Lo hace mediante una huelga de hambre indefinida que le reduce su vida por momentos.
Mientras la clase política chalanea innoblemente, sobre su destino personal y el del pueblo saharaui (intentando por todos los medios desgajar una cosa de la otra), a la mayor parte de los españoles les cae ajeno todo esto. La navidad pantagruélica está a la vuelta de la esquina y el jamón ibérico ha bajado de precio por exceso de stock.

El español medio no sólo desconoce la patética historia de esa antigua colonia de España en Africa, sino que la masa silenciosa parece contenta y feliz de desconocer. Así, en general. Esa ignorancia, como todas, es la madre del atrevimiento a la hora de opinar. Y así, muchos creen que Aminatou Haidar se ha tomado demasiado por la tremenda el que le hayan quitado el pasaporte, la hayan embarcado en un avión a la fuerza y la hayan depositado en el limbo de Canarias. Máxime cuando le han ofrecido otro pasaporte igual e, incluso, la gloriosa nacionalidad española. Y ha rehusado ambos. Exagera y quién se ha creído que es para meternos a todos en este cirio. Ahora el moro Mohamed Sexto nos inundará las costas de pateras y hachís, amenazará con reclamar por la brava Ceuta y Melilla, cortará el grifo de las inversiones especulativas empresariales hispánicos, molestará a los turistas que van levantando nubes de polvo por las dunas del desierto, con sus potentes 4x4...

Todo por una incomprensible señora que se empeña en ayunar. Allá ella...-oigo en comentarios.

Ni que decir tiene que la Historia de España es la historia de una lobotomía incesante. La de este país es una manera de hacer que desafía la lógica elemental; nunca calibra sus fuerzas ni las del adversario, alardea del testículo y fatiga una improvisación de chovinismo rancio, haciendo imperiales brindis al sol de cara a la galería. Con ese abracadabra y encomendándose a Dios, siempre se han cosechado fracasos de manual. Que, sin embargo, luego se traducen en triunfalistas músicas de una zarzuela hortera, con mucho pimentón y cartón piedra.
La andadura de este país ha sido, y es, tan lamentable que se ha establecido una costumbre de interés general: cuando no interesa recordar algún período donde se hizo un evidente ridículo de u otro dictatorial e inhumano, por ejemplo, se pasa una goma de borrar. Así se conviene el olvido de esos rijosos episodios de la Historia de España que alteran los jugos gástricos. A los españoles no les gusta recordar, la memoria les produce escalofríos o galbana, según los casos; por eso prefieren trepanarla. Los hispanistas son mayormente británicos. Esa dejadez de siglos quiere que, en lugar de observarse en el espejo de la autocrítica, se mire para otro lado mientras alguien en el poder arranca furtivamente las páginas que producen sofoquina.

Esta manía de borrar lo chungo tiene su eficacia. En los colegios de enseñanza secundaria no saben ya quién fue Franco de España. Aunque llevan camisetas y mochilas billabong con foto del Che Guevara, entre otros logos destroyer antisistema.

Ahora es un momento en que, la huelga de hambre de Haidar, ha sacado de las catacumbas del olvido al pueblo saharaui, refugiado en la desolación de la hamada argelina. Una amiga, profesora y bienintencionada, preguntaba por los motivos de la activista de los Derechos Humanos. Toda compungida, confesaba abiertamente su ignorancia acerca de la Marcha Verde, los traicioneros Acuerdos de Madrid, la entrega en bandeja del Sahara Occidental al sátrapa Hassan II, padre del actual monarca de Marruecos...Claro que eso fue muy lejos en el tiempo, hace 34 años. Un universo de distancia, sobre todo cuando se circula en el Tren de la Alta Velocidad UE. ¿A quién le interesa éso?¿acaso es más importante que una lesión muscular del futbolista Cristiano Ronaldo?

La Prensa no se ha prodigado, en lo de informar a fondo sobre el contexto que rodea a Aminatou Haidar. Hay demasiados intereses directos en juego y, si huye la publicidad, a lo peor hay que cerrar el quiosco por suspensión de pagos. En definitiva, no ha habido ni voluntad ni buena práctica profesional, por parte de la mayoría de los grandes medios de comunicación españoles. En vez de nutrirse de tópicos comodones y de silencios cómplices, deberían haber mantenido en candelero el tema sin resolver de las antiguas colonias españolas (Guinea Ecuatorial, Sahara Occidental). En vez de propiciar la desmemoria colectiva. Pero sobre todo, deberían haber aprovechado el caso Haidar para subrayar una de las constantes más lamentables de este ruedo ibérico: la infamia de lo que se perpetró en 1975, con Borbón incluído y vestido de uniforme militar para la ocasión.

Siempre he creído que ser rey es, por encima de todo, manejar exquisitamente el guardarropa.

Deberían haber sacado los medios importantes, en las portadas, los entresijos salivantes oliendo fosfatos y pesca; las deserciones, las concomitancias, los sobornos, los trapicheos de quienes dirigieron y aún mangonean este patio de monipodio, que va por el mundo sin dar pie con bola. Su pedigrí les sitúa arriba donde están y así se creen muy astutos, pero son de esos tontos de la dehesa que no tienen enmienda. Allá donde se decide el destino de todos, siempre salen perdiendo el aceite de la soberanía y acaban con el rabo entre las piernas. Igual que ahora mismo. Sarkozy dice. Mohamed rex amenaza. Obama manda. España no tiene nada que decir. Sólo obedecer; inclinados y mirando hacia la Meca, como de costumbre.
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