Cacas publicitarias
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10/09/2009
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La publicidad, toda publicidad, reposa sobre la acuciante premisa de que todo lo que se quiere vender se puede vender. ¿Un bote de detergente?¿un fusil ametrallador? Lo que sea. Incluidas las bolsas de basura. Basta con una acertada campaña: el cliente paga y siempre quiere resultados. Para los agentes publicitarios se da por supuesto que el gran público es algo tan manipulable como una ameba en el laboratorio.

La diversidad y persistencia de los mensajes publicitarios va en relación directa a la capacidad potencial de consumo. No se hace el mismo despliegue en París que en Zamora, por poner un ejemplo. En la ciudad en que vivo, hay estos días dos anuncios que se disputan la atención del viandante. Ambos son llamativos y falaces.

Uno es Bolsa Caca y el otro Santander 2016.

Mediante argumentos insistentemente ecologistas, la estudiada campaña Bolsa Caca busca convencer a la gente de una perogrullada: las bolsas de plástico que ofrecen gratis los grandes hipermercados son contaminantes. En efecto, esas bolsas, que se pueden ver luego tiradas por cualquier parte, suponen una fuente constante de emisiones de venenoso gas CO2 a la atmósfera. Y, cuando no se queman en los vertederos, tardan la friolera de 400 años en degradarse.

España es el segundo productor mundial de este tipo de bolsas, por detrás de China. Lo cual tiene su mérito, si se tiene en cuenta la diferencia de tamaño y población de ambos países.

¿Quién paga esta campaña anónima y con tan altruistas intenciones ambientales? Su ejecución corre a cargo de www.echaleunamanoalmedioambiente.com; pero pinchas en este enlace y ¡oh, sorpresa! te encuentras en la web oficial de Carrefour. Esta multinacional francesa de distribución alimentaria dista años luz de ser una entidad filantrópica. Aparte de las bolsas que reparte gratis, nada dicen de retirar los toneladas de envases de plástico, igualmente perjudiciales para el aire, el agua, la flora y la fauna, que envuelven muchos de los productos a la venta en sus establecimientos.

La campaña de Bolsa Caca tiene un tufillo a medias de marketing económico y de justificación con mentira incorporada. Saben que no regalar bolsas puede irritar a una buena parte de la clientela. Las grandes superficies basan una gran parte de su éxito en la comodidad del cliente. Una gran ventaja sobre la tienda de la esquina, es que ofrecen fácil aparcamiento, todo al alcance de la mano en las estanterías y, además, las bolsas para acarrear la compra.
Pero la crisis está apretando los bolsillos y la gente no acude con tanta alegría de gastar a los grandes templos del consumo. Por eso, al no alcanzar sus previsiones de beneficio, Carrefour se ha decidido a ahorrar costes. Una de las medidas primeras es dejar de regalar bolsas. Aunque no quieren dar mala imagen de cicatería. Tiran por elevación y lo revisten de inquietud ecológica.
Lo más cierto son las cifras: cortando el suministro de bolsas gratuitas a los clientes, Carrefour se ahorra 5 millones de euros anuales. Lo cual amortiza sobradamente el despliegue publicitario de la Bolsa Caca.

De Santander 2016 hablaremos otro rato.
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