Tras las vallas |
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05/07/2009 |
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El anonimato es el mejor aliado de la discreción y la escasez de transparencia es la compañía ideal para los negocios que tienen algo que ocultar. Siguiendo esa estela, en Santander las vallas ocultan lo que se hace y no se hace detrás de ellas, como si fuera un vicio inconfesable o bien una especulación cualquiera de las habituales, pagadas como siempre con dinero público.
Una buena parte del casco urbano está vallado. Ningún panel anuncia las obras, a qué planes obedecen, qué organismos públicos las financian, el contratista adjudicatario, el equipo técnico que las dirige. Nada. Lo habitual es que la gente se percate de que hay una obra en marcha cuando las vallas y las máquinas destripadoras han ocupado una calle, y ya no puede transitar por ella como ayer.
Incluso la Plaza del Generalísimo está vallada y no se sabe qué hay detrás. Lo está desde que, hace unos meses, se produjo la sorprendente operación de levantamiento a grúa alzada de la última estatua ecuestre de Franco -caudillo, caudillo- existente en todo el territorio nacional español. A cambio y en simétrica decisión, el alcalde Iñigo de la Serna erigió una bandera rojigualda gigantesca en la céntrica Plaza de Matías Montero. Astucia y guiño a la ultranza nostálgica del azul oscuro. Como este falangista hay una legión que ocupan con sus nombres las calles de esta ciudad. Reproducirlos sería labor interminable porque son la mayoría. El intocable callejero es una ofensa a la concordia democrática: el resto que no tiene tinte azul está copado por generales y obispos de la gloriosa Cruzada. No tocar. Peligro.
Por de pronto, las máquinas vuelven a trabajar en la céntrica calle de Tetuán, después de llevar casi un año paralizadas. Unas vallas han estado protegiendo las excavaciones de un párking para residentes. Nadie se pregunta por la responsabilidad, política o penal, de que esas obras hayan sido víctimas de una insolvencia previsible.
La licencia de las mismas se la otorgó el alcalde del PP a una empresa en quiebra (Urazca) cuyo máximo representante en Cantabria es Carlos Sáiz, hasta hace poco secretario general del PP, diputado autonómico y presidente de Caja Cantabria. En esta misma entidad ha dejado Sáiz un importante crédito impagado, sin que se le exijan las garantías y embargos de rigor, como a cualquier vulgar moroso. Su socio empresarial es Manuel Blanco, ex dirigente de Izquierda Unida, ex concejal del ayuntamiento de Santander y representante socialista en el Consejo de esa misma entidad financiera. Estos procederes no los mejoran ni en Calabria.
Las vallas han dado paso a un lavado de imagen del Cabildo de Arriba, más comúnmente llamado Barrio Chino; allí está enclavado el antiguo comercio del sexo de sube y baja. Un día de estos atrás se derrumbó uno de sus viejos edificios, cuando un promotor inmobiliario ejecutaba obras aprobadas y no supervisadas por el ayuntamiento. El siniestro balance fueron tres inocentes inquilinos muertos, entre los escombros. El alcalde De la Serna anunció dos días de luto y una urgente comisión investigadora de los hechos. De la misma y de sus conclusiones nunca más se supo.
Tras esa llamada de atención, el barrio, siempre postergado por culpa de la prostitución de bar y palangana, cobró protagonismo y se puso interesante. Sus solares son la zona más ambicionada por los constructores. Un sueño especulativo en el epicentro urbano de la ciudad. En todos estos años fueron frecuentes los fuegos incontrolados, sin encontrarse nunca culpables de piromanía interesada. Los promotores adquirían los edificios en ruinas y esperaban. Interesaba un deterioro suficiente como para abordar la rentable solución integral.
Ahora es cuando el Colegio de Arquitectos que, como se sabe, lo componen sumos sacerdotes del lápiz y el difumino, han lanzado el slogan “Primer Abrazo Santander”. El escenario de la exhibición estética ha sido, precisamente, el Cabildo de Arriba.
Eso de la prostitución, según se vea, tiene tantas caras como un poliedro. Y muchos estilos y niveles. Unas cobran miserias y las desprecian socialmente por putas. Otros perciben minutas generosas, tienen una alta consideración social y se anuncian en las páginas amarillas. En este sentido, los arquitectos mediocres (los más abundantes) son como prostitutas de lujo. Actúan a menudo como alcahuetes, a modo de valedores de los promotores del ladrillo, ante los políticos venales. Eso se llama gestión, casando con sugestión y posterior digestión. Los ladrilleros son sus clientes y les hacen un servicio, cama incluida.
La clave es su majestad el Visado colegial. Cobran de todas y cada una licencias de obra, por construcción o demolición. Su eterna codicia y ausencia de ética les hacen ser unos de los máximos responsables del desgraciado y cacofónico urbanismo de esta ciudad. Su lema favorito, al que rinden pleitesía, es no renunciar jamas a un encargo; aunque tenga gusanos: “si no lo hago yo lo hará otro”.
El agujero de la ética se tapa con el engrudo estético de relumbrón. Fotos, performances plásticas, poesía comodín...estética de camuflaje.
Como es bien sabido por el postulado físico, la materia ni se crea ni se destruye: se transforma. Igual que sucede con los dígitos bancarios. No es lo mismo la inexistencia de un cero a la izquierda que la suma de ceros a la derecha de un número primo. Algunos cadáveres anónimos son abono fértil que genera nuevas perspectivas estéticas y comerciales. Los muertos del Cabildo de Arriba ya tuvieron un precedente, cuando del derrumbe y posterior reconstrucción del hotel Bahía, con otro alcalde del PP en la poltrona. También esos cadáveres salieron muy baratos.
Aquí, en esta costa de la ley del silencio, la política es una carrera de listos con divisa.. Su mejor insignia es que la población en general asume la conducta mafiosa como algo normal e incuestionable de la vida cotidiana. Se piden favores; se pagan con votos y con otros favores. La mayor aspiración es encontrar un enchufe. La ciudadanía esta sofronizada por un chovinismo publicitario grandilocuente y cateto. Infinito.
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