El Botín Santander
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01/06/2009
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Un texto similar a éste fue leído, en mi nombre (por ausencia), durante la presentación en Santander de Esther Vivas, cabeza de lista de la candidatura de Izquierda Anticapitalista al Parlamento europeo.

Han querido los duendes del azar, aunque quizá no sea casualidad pero sí un reflejo simbólico felíz, que este Acto Electoral de presentación de Izquierda Anticapitalista en Santander lo estemos celebrando en la Plaza de Numancia. Numancia es un nombre histórico que ha quedado grabado en el lenguaje común de la gente como símbolo de resistencia activa. La frase “resistencia numantina” se ha hecho extensivo a la oposición de un pueblo o sociedad o alguien individual a cualquier tipo de avasallamiento, invasión o tiranía.

¿Y qué mayor invasión de la sociedad civil que la del neoliberalismo capitalista y globalizante, pretendiendo y logrando (por el momento) acabar con su diversidad horizontal, uniformando todas las riquezas culturales y políticas del mundo para instalar definitivamente el pensamiento único? Esa es la más insolente y efectiva manera de sojuzgar y someter a los pueblos. La Roma imperial araba con sal todo vestigio de identidad en los territorios “bárbaros” conquistados. Ahora se arrasan los cerebros con el arma de la televisión al servicio de la propaganda dominante.

A esta pequeña Cantabria, cuyo eco es como decir una Sicilia peninsular, se la llamó, durante la larga pesadilla del franquismo, el “cortafuegos del norte”. Una zanja profunda donde morían las dos revoluciones fronterizas, al ser colonizada por algunas de las familias fundamentalistas más adictas al Régimen.
El principal apellido de esas poderosas familias que se reparten el pastel es Botín. La Familia banquera por antonomasia. Santander es su ciudad talismán; ostenta el dudoso privilegio de ser su nido y su catapulta hacia el estrellato financiero. No es necesario insistir en su considerable influencia y su impunidad: el estrecho trato con la familia real Borbón, sus fotos de respaldo mutuo con un presidente Zapatero que sigue al pie de la letra sus consignas neoliberales; sus impunidades judiciales en casos claros de blanqueo de dinero negro y otros sucios asuntos de aquí y de allá. Decir familia Botin es decir poder en grado superlativo.

Todo ese imperio económico ha tenido su origen y su desarrollo inicial en Cantabria. Desde sus raíces en el Paseo Pereda, Botín se ha convertido en uno de los más influyentes prootagonistas del capitalismo especulativo universal. Es un ejemplar de primera magnitud del fenómeno neoliberal de la crisis que está asustando en este momento al mundo. Una crisis estructural del Sistema que ahora pretenden que paguemos entre todos. Pero, mientras los de abajo intentamos salir del descalabro laboral y social, propiciado por ellos, los “botines” del mundo ponen a salvo sus fortunas en paraísos fiscales y se las arreglan para hacerse todavía más ricos.

Los símbolos son, por lo regular, anuncios de una evidencia de fondo. En los últimos años ha habido un cambio notable en el devenir de esta región. El Banco Santander ya no se llama “banco”, lo que sin duda es por algo. El imperio económico de Botín se llama Santander a secas. La ciudad y sus habitantes han sido simbólicamente secuestrados. Su destino y su proyección han quedado indisolublemente unidos, más que nunca, al logotipo del banco que manda en esta tierra.

En su estrategia de largo alcance, el banquero de la corbata roja y el traje gris como emblemas ha conseguido convertir esta región en un lucrativo cortijo, lo que le sirve de trampolín y le otorga el lustre del pedigrí de clase. Es esta autonomía, en efecto, una finca particular a su merced y donde reina el silencio por decreto. La discreción es la madre de todos los negocios subvencionados. Por su propio bien, los políticos comen de su mano, al igual que están a su entero servicio otros innumerables vasallos de todos los niveles de la escala social. El Santander más que un banco es una secta ultra infiltrada en los entresijos de la vida diaria.

El ilustre Mandamás acaba de recibir la Medalla de Oro como hijo ilustre de Cantabria y ya recibió antes la equivalente de la ciudad de Santander. El suyo es un poder piramidal absoluto: Maneja las Cuevas de Altamira, maneja la Universidad de Cantabria, la UIMP de verano y la pontificía de Comillas. Acaba de crear, con el gobiermo autonómico (que pondrá como siempre los fondos precisos) otra fundación para impulsar la aspiración de Santander a Ciudad Europea de la Cultura en 2016, cuando carece de una biblioteca pública. Botin maneja todo lo habido y por haber porque no tiene oposición alguna, sino parabienes y agradecimientos de padrino.

Sin embargo, aquel que rompe la regla de oro de la “omertá” santanderina ya puede tomar la senda del destierro o resignarse al ostracismo. Porque los tentáculos del pulpo están por todas partes y no se le dará ni una sola oportunidad de ser un ciudadano. Precisamente por la impuesta y acatada (por miedo o por interés) Ley del Silencio.
La consigna general es: “Al enemigo ni agua”. Se entiende por enemigo todo aquel que osa oponerse o siquiera criticar públicamente y de manera efectiva a los intereses de las familias del Establecimiento. Eso es jugar con las cosas de comer y, como todo el mundo sabe, con las cosas de comer no se juega en absoluto.

Aquí tenemos un presidente regionalista de la más rancia derecha, coaligado con el PSOE y en pleno esperpento mediático. Revilla es a las anchoas lo que aquel Hormaechea de entonces era al toro semental “Sultán”. En ambos casos y para Cantabria, el horizonte sigue siendo, bajo el barniz hortera de un costumbrismo ruraloide y pintoresco, un horizonte de ladrillo especulativo que no cesa. Una depredación arbitraria y constante del paisaje que es desconocida fuera de aquí. Por más que se perpetran evidencias de espectaculares delitos, existe un curioso desinterés general hacia lo que ocurre en este sempiterno “cortafuegos del norte”.

Hay ahora mismo grandes proyectos insostenibles en marcha, que son muy lucrativos para las mafias que desarrollistas que mandan en las instituciones, pero nefastos para el territorio y negativos para esta Comunidad, su presente y su futuro.

Mañana ya veremos qué formas adquiere la lucha por una Cantabria y un mundo entero sin depredadores financieros, alternativo, más libre y más justo. Hoy por hoy, la única esperanza de frenarlos, y apostar por un país sostenible, es votar la presencia de una izquierda real y posible en el Parlamento Europeo.

En el Parlamento Europeo se dictan directrices y leyes de obligado cumplimiento para los países miembros. Frente a la construcción de la Europa de las oligarquías, representadas por lo actuales partidos mayoritarios, se necesita hacer realidad la Europa de los pueblos, la de la gente de abajo.

Votar Izquierda Anticapitalista es querer eso mismo y combatir por ello.
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