El maëlstrom de Guantánamo |
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17/12/2008 |
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La portada del diario El País ofrecía el día pasado un titular de esos que definen a la perfección la materia mental de que está hecho el carbono en alguna subespecie humana. Predomina la mala calidad, y así va el mundo.
Supongamos, aunque es mucho suponer, que los arquetipos militares vigentes pertenecen a la categoría del homo sapiens. Que no son sólo perros que obedecen a ciegas órdenes del amo que les da de comer y juguetes bélicos para jugar a matar y morir. El amo en este caso es
Bush, al que un iracundo periodista iraquí ha llamado perro mientras le arrojaba sus dos zapatos a la cara. Sin alcanzarlo. Los perros tienen muy mala prensa en el mundo árabe. Lo peor que le pueden insultar a alguien es perro infiel.
Pero, como queda dicho, lo más característico de los perros es obedecer órdenes. Desde hace 25.000 años el hombre les viene condicionando para eso. A los perros de raza marine se les entrena para atacar, invadir, masacrar, a la orden del comandante en jefe de la Casa Blanca.
Salido de ese esquema castrense, un ejemplar llamado Thomas aparece en las fotos del periódico vestido con uniforme lagarto. Sorprendentemente, es capaz de proferir palabras, en lugar de los naturales ladridos o gruñidos mandibulares; los guturales monosílabos proporcionados por la instrucción pauloviana y la piedra esmeril del Reglamento. El caso es que abre las fauces y dice: “Interrogaremos a los prisioneros hasta nueva orden”.
Thomas es el macho dominante de los marines en el campo de concentración que los EEUU tienen en Guantánamo (Cuba).
No hay más que ver la película “Camino de Guantánamo”, del director Michael Winterbottom, para saber a qué interrogatorios se refiere Thomas. La venganza indiscriminada del imperio contra el Islam que violó sus Torres Gemelas. Venganza ejercida sobre seres triturados, deshilachados por los experimentos con métodos de tortura de los que ellos son un banco de pruebas. Muchos de los prisioneros no pertenecían al entrar en Guantánamo a Al Qaeda y no conocían más que de oídas a Osama Ben Laden. Si consiguen salir vivos de ese infierno, no sería de extrañar que les falte tiempo para enrolarse en cualquier célula yihadista.
El escritor argentino y cósmico, Jorge Luis Borges, imaginó,en su “Historia universal de la infamia”, casos de crueldad arbitraria y sin más referencia lógica que la espiral del absurdo. Si hubiera vivido lo suficiente, a su pesar, habría constatado la palidez literaria del “Asesino desinteresado”, en comparación con lo que ocurre hoy en la realidad. Podría ver de lo que es capaz el mono paranoico. La inhumanidad del dolor y la muerte mecánicos. El vértigo biológico del depredador, agazapado bajo un uniforme lagarto; a un sólo paso de regresar a la charca del lodo. A los ,arines les entrenan en el barro y de él emergen bestias. Borges era ciego de los ojos. Pero algún lazarillo le habría advertido de la futilidad de sus crueldades de ficción. Más que infamia, los actos de Guantánamo son un maëlstrom, un remolino abisal de la conciencia. Un sumidero del alma humana.
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